El sagrado derecho a equivocarse

Derecho a equivocarse

Derecho a equivocarsePor supuesto, no nos equivocamos deliberada y voluntariamente. Simplemente las cosas no siempre salen como esperamos. Lo positivo de equivocarse es que nos permite encontrar un camino más que no era. Equivocarse permite descartar opciones y reducir la baraja; lo que por ende reduce la probabilidad de equivocación futura. Y esto construye ventajas competitivas para el negocio. Es lo que se llama experiencia. Y es precisamente por eso que la experiencia importa tanto.

He fallado muchas veces

A veces por terquedad, a veces por ingenuidad y a veces porque simplemente creía que era lo correcto. He aprendido que equivocarse no sólo es inevitable, sino que es incluso necesario. Cada vez que fallamos recibimos una dosis de humildad, replanteamos las cosas, entendemos por qué fallamos y qué debemos hacer distinto la próxima vez. Por contradictorio que parezca, cada fracaso es un maravilloso descubrimiento.

Todos los días como empresarios nos enfrentamos a múltiples decisiones, desde sencillas y triviales hasta estratégicas. ¿Deberíamos lanzar un nuevo producto, un servicio complementario?, ¿responder a la disminución de precios de la competencia?, ¿abrir otro punto de venta?, ¿incursionar en un nuevo mercado?, ¿ampliar el portafolio?, ¿reducir el portafolio?, ¿contratar a alguien para que maneje redes sociales?, y así sucesivamente. Desafiar la monotonía de la organización es la ruta para avanzar. Arriesgarse también implica que no siempre avanzaremos en la dirección que queremos, pero siempre avanzaremos (aunque en el momento sintamos que retrocedemos). A veces nos desviaremos un poco, pero avanzaremos.

Pretender no cometer errores inmoviliza

Esperar a tener el cien por ciento de certeza de las situaciones y pretender que todo esté controlado, inmoviliza. El no querer cometer errores inmoviliza el desarrollo del negocio. Nunca habrá un camino del que uno se sienta absolutamente seguro. La única forma de ir forjando el camino correcto es avanzar y corregir, avanzar y corregir. Equivocarse es simplemente encontrar otro camino (uno más) que no era.

Y el mejor exponente de este principio es Thomas Edison, que como dice la leyenda, le tomó 1000 ensayos inventar la bombilla eléctrica. Cuenta la historia que poco después de haber revelado su invento al mundo, un periodista francés le preguntó, “Señor Edison, ¿cómo se sintió al fallar 999 veces?”, a lo que Edison contestó con una sonrisa, “Joven, no he fallado 999 veces. Simplemente he encontrado 999 formas de cómo no crear una bombilla”. Esa es la actitud.

Lo único que no debe hacer es dejar de intentar

Por eso la persistencia es tan importante, porque el éxito tiene su componente de prueba y error, y sólo los que tienen la disciplina y el coraje para persistir son los que encuentran el camino correcto, por selección natural. Siempre hay derecho a cambiar de rumbo y a retractarse de pensamientos previos. Uno evoluciona, crece y descubre nuevas realidades que le van mostrando el camino. No hay nada más dañino que aferrarse a algo que no funciona sólo por mantener una posición. Aferrarse es dejar de evolucionar.

Los errores son los mejores aprendizajes no sólo porque desechan caminos reduciendo el abanico de opciones, sino también porque gracias a la comodidad o temor a fallar de la competencia, no se atreverán a intentarlo. Se irán quedando en lo riesgosamente seguro, en lo que todo el mundo hace. Por eso como decía Concepción Arenal, “El hombre que se levanta es aún más grande que el que no ha caído”. Evitar caer es muy fácil, sólo hay que quedarse quieto. Pero intentar requiere coraje, dominar el temor y avanzar en medio de los tropiezos, pero siempre avanzar.

Las respuestas aparecen de tanto buscarlas

Esto me recuerda la respuesta del famoso torero colombiano César Rincón, cuando un periodista le pregunta, queriendo aducir el éxito a algo de suerte, “Oiga César, se le apareció la Virgen”, y César le contesta, “No se me apareció, es que la he buscado toda la vida”.

Por eso el derecho a equivocarse es sagrado, es el mayor acelerador del crecimiento. Intentarlo y saber que puede equivocarse requiere coraje y determinación. Por eso los líderes son tan escasos.

Confío…

Confío en las personas que han fallado y que no se avergüenzan de reconocerlo. Confío en las personas que han experimentado el fracaso y que siguen adelante. Confío en quienes asumen sus errores con la frente en alto y con responsabilidad.

Necesitamos más de esas personas.