Breve historia de las marcas: Michelin

Michelin

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Si bien fue a finales del siglo XIX y principios del siglo XX que se dieron los avances más importantes en lo que se refiere a transporte terrestre y aéreo, con seguridad estos no se habrían podido dar (o al menos no lo habrían hecho en la forma ágil y rápida en que se han producido desde entonces), de no haber sido por la aparición de una empresa que en sus inicios, casi como cualquier taller de mecánica y reparación que podríamos encontrar en cualquier ciudad, se dedicaba a fabricar pastillas de frenos para bicicletas.

Ciertamente el sólo hecho de pensar que los avances de industrias tan trascendentales hayan tenido unos orígenes tan pequeños, y dependido en buena parte de una empresa familiar cuyo oficio estaba vinculado a un transporte rudimentario pero práctico y muy extendido como lo era la bicicleta a finales del siglo XIX, es algo que sin duda resulta cuanto menos sorprendente. Y es eso quizás lo que más llama la atención de la historia de Michelin; una marca que además de producir neumáticos para todo tipo de vehículos aéreos y terrestres y ser uno de los máximos referentes de la industria, esconde detrás un legado enorme para la humanidad si tenemos en cuenta lo que ha representado para la civilización y el mundo actual las formas modernas de transporte. Estas, si bien han experimentado una constante evolución y desarrollo a lo largo del último siglo y lo que va del presente, tienen su origen en la situación más común y ordinaria que podía ocurrir hace varios años atrás cuando la bicicleta era el medio de transporte particular por excelencia de la época. No obstante lo casual del evento, desde que un hombre inglés que paseaba por la ciudad francesa de Clermont-Ferrand y pinchó su bicicleta, el mundo del transporte ya no sería el mismo.

Un pinchazo: el comienzo de todo

Como suele pasar en la vida y en la misma historia de las marcas, a veces son más los hechos fortuitos que los mismos que se dan de forma deliberada aquellos capaces de conducir a oportunidades impensadas para las empresas. Sin embargo, de la visión que estas tengan y de su capacidad de poner en perspectiva tales eventos casuales depende que efectivamente se traduzcan en oportunidades reales o que por el contrario pasen inadvertidos y no puedan ser aprovechados. Y ahí radica el mérito.

Edoard y André Michelin
Los hermanos Edouard y André Michelin

En el caso de los hermanos Édouard y André Michelin, quienes habían heredado un pequeño negocio familiar que fabricaba maquinaria y artículos de caucho, esto no pudo ser más cierto.

Aparte de haberse hecho cargo de un negocio que estaba a punto de ir a la quiebra y darle vida nuevamente, sólo necesitaron enfrentarse a una situación, por cierto inesperada, para darle a éste un giro completo que además también cambiaría sus vidas y las de las mismas personas de la ciudad de Clermont-Ferrand.

Sabiendo que el que alguien llegara con un pinchazo al taller en el que trabajaban no era lo habitual (teniendo en cuenta que lo de ellos eran los frenos para bicicleta), el que se interesaran en prestar su ayuda al ciclista que lo había padecido terminó resultando ser toda una anécdota. Esto no sólo porque en adelante tal situación marcaría el rumbo de la empresa, sino porque para los hermanos Michelin fue una experiencia fascinante a la vez que divertida hacerse cargo de dicho asunto. En tanto que no todas las bicicletas de la época contaban con llantas inflables y por el contrario muchas (por no decir la mayoría) usaban ruedas de madera o que llevaban zunchos de goma en el mejor de los casos, para los hermanos fue interesante repararla y mucho más aún probar la bicicleta una vez lograron arreglar el neumático.

Sin embargo más allá de esto, la situación había logrado despertar la curiosidad de los hermanos, pues entonces la extrema tardanza que en general tomaba la reparación de los neumáticos para bicicleta (que podía llevar un día), les hacía preguntarse cómo podían acortar este lapso en una sociedad donde la dependencia hacia el tradicional vehículo de dos ruedas era mucha.

Esto, sumado a la importancia que tenían vehículos que por entonces tradicionalmente no usaban neumáticos como era el caso de los carruajes o de los mismos automóviles que recién estaban empezando a incursionar en una industria aún muy incipiente a finales del siglo XIX, haría que los hermanos Michelin se interesaran en el neumático y vieran en su desarrollo grandes posibilidades.

La creación del neumático desmontable

Si bien Robert W. Thomson y posteriormente John Boyd Dunlop habían hecho ya avances significativos en la materia, la tecnología del neumático aún tenía un largo camino por recorrer y prueba de ello sería lo que harían los hermanos Michelin en los estertores del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

Su primer invento patentado fue la creación de la llanta desmontable en 1891, la cual, desde aquel suceso imprevisto en el que un ciclista llegó a su taller, tan solo les tomaría unos tres meses desarrollar.

De esta manera gracias a este invento reparar la llanta de una bicicleta pasó de tomar casi un día completo a tan solo 15 minutos o incluso menos con la práctica suficiente.

Para promover su creación los hermanos organizarían una competición: la carrera ciclística entre París y Clermont-Ferrand donde empresas como la naciente Dunlop también participarían. Teniendo en cuenta que era la rapidez con que se podía reparar la llanta el principal atractivo del neumático creado por los hermanos Michelin, al mejor estilo de cualquier personaje malvado de historieta pusieron clavos en el camino para demostrar que con ella prácticamente no había obstáculo que no se pudiera superar.

De esta forma gracias a esta cuestionable victoria y tras haber asistido a una feria internacional en la ciudad de Londres, los hermanos Michelin y su llanta desmontable alcanzan una gran popularidad como resultado de la cual cerca de 10.000 ciclistas en Francia empezarían a usar los famosos neumáticos.

Michelin extiende el uso de los neumáticos a otros vehículos distintos a la bicicleta

Gracias a Michelin el uso del neumático pudo extenderse a otros vehículos más allá de la bicicleta. Y ya contando con un importante mercado como lo era el de los tradicionales vehículos de dos ruedas, los siguientes objetivos de la compañía estarían enfocados en los carruajes y más adelante en los primeros automóviles que se empezarían a fabricar.

Así, André Michelin lograría llegar a un acuerdo con una sociedad Parisina para que usaran sus neumáticos en este tipo de vehículos luego de haberlos ensayado él mismo en su propio carruaje. Con esto se pondrían de moda los carruajes con neumáticos, algo que para los hermanos Michelin traería grandes ventajas toda vez que esto se traduciría en importantes pedidos de llantas para la firma.

Posteriormente el siguiente desafío para los hermanos estaría marcado por los automóviles. Si bien es cierto que en aquellos tiempos eran muy pocos los modelos que habían en circulación, ya desde esas épocas estas máquinas se empezaban a erigir como un importante medio de transporte con un promisorio futuro por delante.

Sin embargo el hecho que los primeros prototipos fueran muy pesados y que el estado de las carreteras no fuera el más apropiado, hacía dudar a los fabricantes sobre la durabilidad de los neumáticos. Por tal razón si los hermanos Michelin querían ver un automóvil andando con neumáticos debían asumir el reto ellos mismos. En ese entonces los primeros modelos que tenían ruedas con bandaje metálico y caucho macizo, eran incapaces de absorber los baches del camino pudiendo sufrir graves daños si traspasaban la barrera de los 25 kilometros por hora. No obstante con la firme creencia que a menos que los autos usaran neumáticos podrían alcanzar grandes velocidades, los hermanos Michelin terminaron creando su propio prototipo equipado con llantas al cual llamaron “Relampago”. Como ya había ocurrido con el neumático desmontable y la bicicleta, este haría su debut en la carrera Paris-Burdeos-Paris que comprendía unos 1.200 kilómetros en Junio de 1895. A pesar de no haber ganado la competencia con unos neumáticos que debían ser cambiados cada 150 kilómetros, “Relampago” lograría ser uno de los 9 autos que terminaría la carrera.

Aun cuando la marca no lograría la victoria, este fue el inicio de lo que sería una gran cosecha de triunfos que en adelante lograría tener en diferentes competiciones habiendo conseguido un resultado que si bien era satisfactorio y hacía ver que el auto con neumáticos tenía potencial, dejaba un sabor agridulce. No obstante el tiempo se encargaría de darle la razón a los hermanos cuando afirmaban que todos los autos usarían neumáticos y que sólo siendo equipados con estos lograrían alcanzar altas velocidades. Cuatro años más tarde un auto eléctrico equipado con llantas Michelin lograba imponer un record de velocidad alcanzando los 100 kilómetros por hora y poco tiempo después dejaría ver su espíritu ganador; el mismo que lo ha acompañado a lo largo de su historia en diferentes competiciones del deporte motor, logrando sus primeras victorias en 1908 en la copa James Gordon Bennet y en 1909 en Indianapolis.

Bibendum, la emblemática mascota de Michelin

Aparte de ser un icono publicitario y un reconocido emblema de la marca, Bibendum, la mascota de Michelin, fue en su momento algo que causó sensación y que revolucionó el mundo del marketing.

Teniendo en cuenta que según se cuenta era la primera vez que una marca hacía uso de una mascota que al tiempo utilizaba la repetición de un eslogan en los anuncios, no resulta extraño que esta estrategia tuviera un impacto y una recordación especial en la época y que haya logrado trascender hasta nuestros días.

La idea surge en 1894 cuando Édoard, luego de observar una pila de neumáticos en una exposición en la ciudad de Lyon, le hace ver a su hermano André que poniéndole unos brazos se parecería a un hombre. Así, cuatro años más tarde este empezaría a cobrar vida cuando André conoce al diseñador Francés Marius Rosillon. Este, quien ya había hecho un trabajo para una cervecería en Munich que la misma había rechazado, le presentó el mismo diseño a André. El cartel mostraba un hombre sosteniendo un vaso de cerveza y la frase “Nunc est Bibendum” (Es tiempo de beber). Luego de observarlo André sugirió cambiar el hombre por aquel imaginario personaje hecho de neumáticos y el vaso de cerveza por uno de vidrios y clavos. Así el mensaje mostraba al popular muñeco brindando junto a otros hombres neumático desinflándose con el mensaje: Le pneu Michelin boit l’obstacle” (“Los neumáticos Michelin se tragan los neumáticos).

Bibendum
Primera versión de Bibendum, la mascota de Michelin

Desde entonces la popular mascota ha jugado un papel destacado sirviendo como un invaluable elemento de comunicación y marketing que indudablemente con el tiempo ha pasado a formar parte de la esencia de la marca estando fuertemente vinculada a su identidad e historia.

Intervención en la aviación

Para antes del comienzo de la primera guerra mundial, Michelin era ya una multinacional que con el auge cada vez mayor del automóvil crecía a pasos agigantados. Durante la primera década del siglo XIX la compañía reportaba unos importantes beneficios que le permitían reinvertir cantidades considerables en nuevas plantas y complejos en diferentes países. Asimismo esto le permitía a sus dueños analizar nuevas posibilidades de expansión hacia otros campos aunque solo fuera por capricho. En el caso de Édoard por ejemplo, la aviación, que por aquellas épocas apenas estaba dando sus primeros pasos, concentraba un gran interés. Así, luego de hablar con su hermano y como ya era costumbre crearon unos premios para fomentar la aviación entre los que llegaron a figurar participantes ilustres como los hermanos Wright quienes ganaron la segunda y última edición en 1909. Más tarde con el comienzo de la primera guerra y la entrada de Francia en el conflicto la empresa sería la encargada de fabricar y proveer varios de los aviones que fueron usados por los galos y los aliados durante la confrontación. No obstante luego de dicho periodo (que entre otras cosas le permitió crear neumáticos especiales para aterrizaje y despegue en condiciones de lluvia), la empresa volvería nuevamente a dedicarse a lo que mejor sabía hacer manteniendo su vínculo con el sector aeronáutico solo como proveedora de llantas para aeronaves.

Creación de la llanta radial y consolidación

Luego de la primera guerra mundial Michelin seguiría evolucionando y desarrollando nuevos y mejores tipos de llantas capaces de tener una duración cada vez mayor.

Guía MichelinA diferencia de la primera guerra, durante la segunda la empresa no tuvo un rol tan activo desde el punto de vista bélico pero sí ejerció un rol importante produciendo bienes de primera necesidad. La guía Michelín, una especie de cartilla famosa que incluye mapas con información de interés para quienes viajan por carretera y que aún existe en la actualidad, fue la primera de su tipo. Fue creada como una úitl herramienta de publicidad por André Michelin en 1900 quien entre otras cosas ayudó a numerar las carreteras de Francia para poder crear los mapas. A partir de entonces la guía se hizo muy conocida no sólo en dicho país sino en toda Europa e incluso en países por fuera de este continente en los que se ha llegado a imprimir. Durante la primera y la segunda guerra mundial estas guías fueron un elemento de gran valor para los bandos en confrontación.

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Guía Michelin para España y Portugal

Pasada la guerra en medio de un mercado cada vez más numeroso y poblado de todo tipo de vehículos la empresa seguiría experimentando un gran crecimiento. Con el desarrollo de la llanta radial en 1946 Michelin logra conseguir una gran ventaja sobre sus competidores. Sin embargo su consagración se produciría varios años más tarde cuando en 1979 la escudería Ferrari, que entonces estaba equipada con dichos neumáticos, se convierte en la campeona del mundial de Fórmula 1.

Gracias a su presencia en equipos de alta competencia en diferentes categorías del automovilismo y el motociclismo y la importancia que brinda a las labores de investigación y desarrollo, Michelin ha logrado mantener su liderazgo en la categoría al lado de Bridgestone.

A pesar de las vicisitudes de los tiempos y de no estar exenta de vivir momentos de crisis como toda gran empresa, este gigante ha sabido sortear los obstáculos y mantenerse como la gran compañía que siempre ha sido.

Aparte de comprar Uniroyal Goodrich en 1991, en el año 95 construye los neumáticos del transbordador espacial y a partir de 1997 se convierte en proveedora de llantas para los dos fabricantes de aviones más importantes: Boeing y Airbus. Con ello la compañía logra tener presencia en prácticamente todos los mercados donde hay vehículos y máquinas que dependen del neumático abarcando la aviación, automóviles y motos, maquinaria de construcción y agrícola, además de las bicicletas: los legendarios vehículos de dos ruedas con los que todo empezó.

Más importante que crear algo único puede ser mejorar lo que ya existe

Resulta increíble pensar que un evento aislado y absolutamente casual haya dado origen a una empresa de las dimensiones de Michelin, y aún más, que al mismo tiempo ello haya servido para revolucionar el mundo y desencadenar una serie de eventos que han redundado en beneficio del transporte y las sociedades modernas con todo lo que ello significa. Michelin no creó el neumático, pero sí tuvo la visión y la capacidad que a otros les faltó para hacerse cargo de su desarrollo y convertirlo en algo imprescindible para la realidad en que vivimos. Y quizás esa es una buena lección que nos deja su historia; más importante que crear algo revolucionario es tener la visión para exprimir al máximo todo su potencial.

Por tanto, la próxima vez que piense cómo puede crear algo revolucionario que nadie jamás haya visto, recuerde que a los hermanos Michelin sólo les bastó preguntarse cómo podían agilizar el proceso que tomaba reparar una llanta de bicicleta para crear la gran empresa que hoy representa la marca francesa. Ah, y antes de devanarse los sesos pensando en una gran idea, piense primero qué cosa de las que existen actualmente puede mejorar.