7 Lecciones de mi Padre para la Vida y los Negocios

Olga Lucia y Ruben Dario Gomez

Olga Lucia y Ruben Dario Gomez

Las enseñanzas de nuestros padres no sólo nos preparan para la vida, sino que forjan los principios que guían nuestro actuar empresarial. Como miembros de una comunidad con derechos y deberes, los valores del hogar definen nuestro comportamiento social en todos los frentes. Al igual que las 7 Lecciones de Servicio al Cliente de mi Madre, estas 7 Lecciones de mi Padre para la Vida y los Negocios encarnan profundas enseñanzas que desde muy temprano recibí y que han guiado mi actuar personal y profesional.

Recordar las lecciones de nuestro padre es una forma no sólo de rendirle homenaje, sino de evocar tantos gratos momentos que llevamos grabados en nuestro corazón. Hoy mi padre cumple 70 años; una gran oportunidad para decir ¡Gracias padre!

1) Hay que dejar el alma en la cancha

De niño cada sábado jugábamos fútbol en el parque contra otros padres y otros niños, un partido que era literalmente, la final de la Copa del Mundo. “Hay que dejar el alma en la cancha”, me decía. En ocasiones se gana y en ocasiones se pierde, pero lo que no era negociable, era dejar de hacer el máximo esfuerzo. Igual pasa en los negocios. Servir a los clientes con el alma hace la diferencia. Atender a los proveedores con el alma hace la diferencia. Apoyar a los empleados con el alma hace la diferencia. Responder a las eventualidades con el alma, hace la diferencia.

2) Sea puntual y exija puntualidad

Especialmente en Latinoamérica donde la puntualidad no es la mayor virtud, llegar a tiempo es un comportamiento que marca la diferencia. Mi padre siempre enfatizaba que ser puntual era una muestra de respeto por el tiempo de los demás y por nuestro propio tiempo. Muchas reuniones de negocios son totalmente improductivas o bien porque se les dedica demasiado tiempo sin concluir nada, o simplemente porque no se tuvo el tiempo suficiente. Piense cuál es el impacto de llegar 15 minutos tarde a una importante cita con un cliente, que tan sólo tiene unos minutos más disponibles. Llegar tarde además de ser una falta de respeto, lo puede hacer perder un negocio. En ciudades congestionadas el tráfico ya no es una excusa, es el común denominador; así que téngalo en cuenta y salga con tiempo suficiente. No hay excusas.

3) Experimente y arriésguese

Por alguna razón, el espíritu fatalista de que las cosas pueden salir mal, nos inmoviliza y nos limita a alcanzar lo que realmente podemos lograr. Siempre tenemos más razones para justificarnos por qué algo no va a funcionar, en lugar de explorar las opciones de lo que hay que hacer para que funcione. Nos gastamos más tiempo justificando que buscando salidas. Cuando niño, cada vez que tenía temor de enfrentar algo, por ejemplo recitar una poesía frente a mis compañeros de clase o jugar la final de baloncesto intercolegiado, mi padre me tranquilizaba diciendo, “¿Qué es lo peor que puede pasar?”. El poner las cosas en perspectiva le resta trascendencia y nos da la licencia de experimentar y equivocarnos. El temor a fallar hace que queramos jugar a lo seguro, sin arriesgarnos a experimentar. En los negocios se refleja en mensajes publicitarios aburridos y trillados, en productos y servicios que no sorprenden a nadie, y en promociones que como gran novedad, ofrecen por enésima vez un “sorprendente” descuento del 20%. Podemos hacerlo mejor.

4) Haga la diferencia

Mi padre tenía (y aún tiene) un espíritu un poco rebelde, por lo que aquello de encajar y de aceptar las cosas porque simplemente “así se han hecho siempre” no le caía muy bien. Era un gran promotor del pensamiento divergente y de desafiar el estatus quo. Siempre me recordaba que si no estaba de acuerdo con algo, tenía que decirlo. Establecer un punto de vista propio y no tener que pensar como los demás, era algo a lo que siempre me invitaba. En los negocios, donde cada día las marcas son más similares entre sí y tendemos a ser más commodities, la diferenciación no es algo deseable, es algo de supervivencia. Atrévase a desafiar lo convencional.

5) Nunca deje de soñar

Mi padre siempre me repetía, “Todo es posible si te esfuerzas lo suficiente”. Para él no existían imposibles, sino tan solo nuestras propias limitaciones. Siempre me recalcaba que los límites estaban dentro de nosotros y no afuera, y que los sueños eran la base de todo gran logro. Cuando una organización deja de soñar deja de crecer. Cuando piensa en lo que puede hacer con el presupuesto que tiene, se está cortando las alas. Por el contrario, cuando parte de lo que sueña y desea lograr, el presupuesto aparece. La pregunta no es “¿Qué puedo hacer con lo que tengo?”, sino “¿Qué hay que hacer para lograr lo que sueño?”. Redefinir la pregunta crea una nueva respuesta.

6) Con la necesidad no se negocia

Una vez mi padre se encontraba en Salvador Bahia (Brasil), con un compañero de trabajo. Caminando cerca a la playa encontraron un puesto improvisado donde un hombre humilde acompañado de un niño pequeño, vendía hamacas tejidas artesanalmente. Después de preguntar el precio de una hamaca, el cual ya era bastante bajo, el colega de mi padre insiste en pedirle aún más rebaja. Mi padre se molestó tanto que recuerdo claramente cuando a su regreso me cuenta la historia y me dice, visiblemente alterado, “¡Con la necesidad no se negocia!”. Es un tema de justicia social y de reconocer el trabajo de las personas. (Creo que en el fondo este episodio fue una de las múltiples motivaciones que tuve para escribir Bueno, Bonito y Carito). En los negocios es una analogía que representa el buscar siempre la equidad en las relaciones comerciales, respetar a los proveedores y hacer negociaciones justas. Es el no abusar del poder ni sacar ventaja de la necesidad de las personas. Se trata de humanizar los negocios y de dignificar la relación comercial.

7) Carpe Diem

Carpe DiemLa expresión Carpe Diem es en latín y significa “Aprovecha el día”. Es la premisa por la cual ha vivido mi padre. Disfrutar cada momento y dar gracias por la existencia; por los amaneceres y los atardeceres. Comulga tanto con esta filosofía, que hace siete años (a sus 63), se tatuó Carpe Diem en la muñeca derecha para recordarse a si mismo cada día que el ayer ya pasó y el mañana aún no ha llegado; que sólo tenemos el hoy. En los negocios Carpe Diem representa el balance de la vida personal y laboral. Que por más atareados que estemos, siempre debemos “aprovechar el día” y sonreír; disfrutar y divertirnos con lo que hacemos; y nunca perder el sentido del humor. La vida es transitoria, los hijos crecen y los amigos fallecen. Es ahora o nunca.

Gracias a nuestros padres por habernos ayudado con su amor a convertirnos en lo que somos. Gracias por sus desvelos, sacrificios y entrega en cada paso del camino para que pudiéramos tener lo que ellos no tuvieron. Gracias por ayudarnos a volar y enseñarnos a soñar.

Ruben Dario Gomez y David Gomez

 

Nota al pie

En la fotografía de arriba estoy con mi madre Olga Lucía y mi padre Rubén Darío en el año 1971.

Esta de la derecha nos la tomamos en Junio de 2016.

Por tanto amor y tantas enseñanzas… ¡Gracias padre!