Infortunadamente, para muchas compañías la misión es para adornar la oficina. Fruto de una profunda sesión estratégica, con cada palabra cuidadosamente seleccionada y debatida, es algo que simplemente hay que tener en todo plan de negocios.
Sin embargo, pocas realmente la viven y más pocas aún, aquellas que hacen partícipes a sus clientes para que evalúen qué tan bien lo están haciendo, convirtiéndolos en veedores del cumplimiento de su propia filosofía. Esa es la verdadera medición, no los indicadores internos de los comités.
En una reciente visita a uno de mis restaurantes favoritos, la cadena de restaurantes Cracker Barrel, me encontré con este anuncio a la entrada.
“Con el espíritu de satisfacer a las personas, invitamos a todos independiente de su raza, color, discapacidad o país de origen, a disfrutar de nuestra tienda y restaurante. Desde 1969 hemos tratado de proveer alimentos y servicios de manera que apoyen nuestras tradiciones de genuina calidad. Si cree que no hemos cumplido con esta promesa, por favor háganoslo saber. 1-800-333-9566 o crackerbarrel.com”
Esta es la forma en que las misiones cobran vida y sirven para guiar el camino de una organización. Una filosofía clara que se comunica abiertamente y alienta a cada empleado a ser coherente con ella.