Si bien las personas desde siempre han encontrado formas de solucionar y resolver necesidades entre sí compartiendo recursos, intercambiándolos, poniéndolos al servicio de otros o proponiendo cualquier otra forma de colaboración que les permita llegar a algún tipo de acuerdo y beneficiarse de ello, hoy en día gracias al auge de internet, las redes sociales y la fuerza que esto le ha dado a las comunidades (aquellos individuos que se reúnen alrededor de ciertos intereses), se han creado nuevas y más potentes formas mediante las cuales es posible realizar esto aún entre personas que no se conocen y que puede que no tengan nada más en común que una necesidad y una posible forma de resolverla de por medio.
El consumo colaborativo o economía colaborativa se puede definir como esa vieja forma en la cual los particulares se han puesto de acuerdo para resolver y dar respuesta a distintas necesidades desde siempre, solo que hoy, a diferencia de unos años atrás, esta idea en apariencia sencilla ha creado a través de las nuevas tecnologías y de nuevos modelos de negocio sustentados en ella toda una revolución que está cambiando la forma de consumir de la gente y al tiempo creando nuevas formas de emprendimiento.
Así, a diferencia del hiperconsumo que hace énfasis en la propiedad individual y que se puede entender como la forma tradicional de consumo, la economía colaborativa se plantea como una alternativa mucho mucho más sostenible y responsable al consumismo desaforado en la medida que alarga el ciclo de vida de los productos permitiendo que un mayor número de personas accedan a ellos sin necesidad de adquirirlos, algo que a su vez reduce el desperdicio y crea en el largo plazo una cultura mucho más consciente de los estragos que causa al medio ambiente y a la misma sociedad el consumo en unos niveles tan extremos como los que se viven hoy en día.
De este modo mientras el hiperconsumo es culpable de una explotación dañina de los recursos que asimismo genera ingentes cantidades de desperdicios y lleva a que las empresas muchas veces abusen de la mano de obra en diferentes países para vender sus productos a precios competitivos, el consumo colaborativo se vislumbra a futuro como una alternativa viable para mitigar estos problemas y dar paso a nuevos y novedosos modelos de negocio que entre otras cosas permiten crear nuevas formas de emprendimiento y de hacer negocios entre personas en la medida que brindan acceso a productos y experiencias sin la necesidad de poseerlos. Todo esto también ha puesto de manifiesto una verdad que refuerza el valor del consumo colaborativo en nuestros días: la gente muchas veces, especialmente cuando no puede tener ciertos bienes, se conforma con probar o simplemente con tener acceso a ellos cuando los necesite en lugar de adquirirlos y hacer que pasen la mayoría del tiempo y de su vida útil en desuso.
Sistemas en los que se basa el consumo colaborativo
Gracias a la tecnología no sólo es posible conseguir conectar a las personas en unos niveles y a unas escalas difíciles de imaginar hasta hace unos años, sino que también, gracias a los sistemas de valoración y calificación usados por los nuevos negocios basados en este concepto, se hace posible crear confianza aún entre extraños. Esto, de la mano con su capacidad para generar nuevas formas de emprendimiento y lo sostenible de los modelos basados en el consumo colaborativo, son algunos de los principales beneficios que entre otras cosas han hecho que la reviste Time se refiera al consumo colaborativo como una de las grandes ideas que cambiarán al mundo en los próximos años.
A partir de algunos ejemplos que se pueden encontrar en la actualidad, Rachel Botsman, la autora el libro What’s Mine is Yours: The Rise of Collaborative Consumption y una de las personas que ha contribuido a popularizar el concepto, plantea que estos pueden clasificarse en una de tres categorías o sistemas.
Sistemas basados en el producto
Reúne todas las iniciativas en las cuales las personas pagan por la utilización de un producto y no por su propiedad como tradicionalmente ocurre. Algunos ejemplos de este tipo son el denominado carpooling (una modalidad en la que una persona puede compartir su vehículo con otras que usan la misma ruta para llegar a sus destinos), el alquiler de autos entre particulares, o cualquier otra modalidad similar que permita aprovechar al máximo el uso de un determinado bien extendiendo su uso al mayor número de personas posible. Así, en el caso de un taladro cuyo propietario podría usarlo en promedio sólo 20 minutos durante toda su vida útil, a través de permitir su acceso a otras personas podría darle un mejor uso a esta herramienta y hacer que otros individuos puedan acceder a ella en lugar de tenerla guardada durante la mayor parte del tiempo.
Mercados de redistribución
A través de este sistema los usuarios pueden transferir la propiedad de un bien que por cualquier razón hayan dejado de utilizar para dársela a otra persona o usuario a quien pueda serle útil. Esto puede ocurrir bien sea dándose los productos de forma gratuita como ocurre en el caso de sitios como Freecycle o No lo tiro, a través del popular trueque o intercambio como es el caso de Truequers, o poniéndolos a la venta como por ejemplo ocurre en el caso de eBay.
Estilos de vida colaborativos
Aparte de haber productos y bienes tangibles de por medio, también muchas personas con intereses afines se pueden unir para compartir espacios, tiempo, habilidades o hasta incluso dinero por ejemplo a través de préstamos entre particulares. Esta modalidad puede darse a nivel local, como es el caso de los conocidos espacios de coworking donde profesionales independientes y emprendedores se unen para compartir un mismo lugar de trabajo, y también a nivel global con la aparición de empresas como Airbnb donde viajeros pueden conectarse con personas que pueden brindarles hospedaje en prácticamente cualquier lugar y destino.
El consumo colaborativo, una tendencia cada vez más en auge
Aun cuando todavía existen vacíos en la regulación de empresas que se han inspirado en este concepto y en cuestiones relacionadas con la parte legal, lo cierto es que el consumo colaborativo ya es una realidad y de a poco empieza a consolidarse como un nuevo modelo de consumo en el cual las personas, bien sea a través de compañías que ya han alcanzado un gran crecimiento como Uber o Airbnb, o de las mismas comunidades virtuales, están lográndose conectar para crear mercados y economías paralelas a las de muchas empresas B2C que tradicionalmente habían tenido un rol protagónico. De esta manera ante la amenaza que las plataformas y comunidades basadas en este concepto han empezado a representar para muchos negocios, lo más fácil para muchas industrias que han empezado a verse perjudicadas ha sido levantar su voz de protesta quedándose inmóviles ante una realidad que quizás como ha ocurrido con tantas otras situaciones en el pasado, han hecho que muchas compañías hayan tenido que reinventarse o desaparecer. Con todos los beneficios que la economía colaborativa plantea para las personas, la sociedad y la sostenibilidad, parece por ahora difícil frenar el impulso que ha ido tomando este movimiento que seguramente hará que muchas empresas en algún momento deban replantear sus modelos de negocio actuales.