Cada día los consumidores somos más conscientes de lo que comemos. Cada vez nos interesa más saber qué hay detrás de los productos que ingerimos y la forma como son producidos. Si bien es una tendencia incipiente en diferentes países, continúa creciendo. Si bien el interés por una alimentación más saludable y ambientalmente responsable, ha dado lugar a lo que hoy podríamos considerar un nicho de mercado, tiende a incrementarse paulatinamente. Día a día el nicho será más y más grande.
El gluten, las grasas trans, el colesterol y especialmente la modificación genética, eran cosas a las que hace unos años no prestábamos mucha atención. Un organismo genéticamente modificado, conocido como GMO por su sigla en inglés (Genetically Modified Organism), es aquel cuyo material genético ha sido artificialmente modificado en un laboratorio, utilizando ingeniería genética. Esto crea cambios en plantas, animales y bacterias, que no ocurren en la naturaleza. La modificación genética es lo que hace que diversos productos agrícolas sean resistentes por ejemplo a los insectos y herbicidas, logrando mayores producciones de forma homogénea. Hay un gran debate alrededor de los beneficios y los riesgos de modificar organismos genéticamente. Mientras unos consideran que es bueno porque garantiza mundialmente el suministro de alimentos con las características necesarias, otros consideran que alterar la naturaleza tiene serias implicaciones.
Estos cambios en los hábitos de consumo han hecho florecer diversas empresas que se enfocan en este tipo de consumidor. Este es el caso de Food Should Taste Good (La Comida Debe Saber Bien), que desde su misma marca está estableciendo una posición y unos principios de operación. Su diferencial es proveer a este segmento de clientes alimentos saludables, en concordancia con su filosofía. La compañía fue fundada en el 2006 por Pete Lescoe, con el fin de proveer snacks con ingredientes de primera calidad. Sus productos son libres de gluten, libres de colesterol, tienen cero gramos de grasas trans, y son certificados Kosher (alimentos que respetan las tradiciones del judaísmo). Incluso algunos son productos veganos certificados. Al final , su filosofía es que la comida debe hacer bien. Han incluido sus productos en el Non-GMO Project (Proyecto Sin GMO), quienes al ser una entidad externa, certifican que sus snacks son producidos si utilizar ingredientes genéticamente modificados. Sus empaques reflejan a través de iconos cada una de las certificaciones y características que contienen.
Para quienes aprecian los alimentos saludables, están dispuestos a pagar por sus beneficios y encuentran en este tipo de opciones, alternativas que resuelven mucho mejor sus necesidades que las marcas tradicionales. Llevar el posicionamiento en su nombre (como I can’t believe it’s not butter, No puedo creer que no sea mantequilla), le da una gran ventaja. Envía un mensaje directo al consumidor y le da una historia para contar.