Me habrá escuchado muchas veces decir que el problema no es costar más sino que el cliente no entienda por qué. Por eso hoy le tengo una misión: suba el precio. Luego, inmediatamente después, justifíquelo. ¿Cuál es el porqué de ese mayor precio?
Piense en qué elementos adicionales, tangibles o intangibles, puede evidenciar. ¿Qué elementos va a agregar a la presentación de su precio para que el cliente considere que es el correcto? Recuerde que ningún precio es caro o barato, alto o bajo; el precio es una simple equivalencia de beneficios.
El precio es lo que el cliente paga, valor es lo que recibe de vuelta. Por eso, suba precios y luego justifíquelos. Inténtelo. Muy seguramente está dejando plata sobre la mesa. Ahora el ejercicio es al revés: suba el precio y justifíquelo a capa y espada.