Ponerse un abrigo, abotonarse una chaqueta o meter los brazos en las mangas de un suéter, es algo sencillo; a menos que tenga movilidad reducida o incluso inmovilidad en los miembros superiores de su cuerpo. Ahí es donde algo aparentemente sencillo se convierte en complejo.
De acuerdo a la Wheelchair Foundation, el 1,85% de la población mundial requiere una silla de ruedas. Es decir, 131 millones de personas. El equivalente al total de la población de México. Ahora bien, ¿Qué tanto ha pensado la industria de la moda en este grupo de personas? Muy poco. Hasta ahora.
Entender las necesidades
La diseñadora Canadiense Izzy Camillieri vio las cosas diferente. En el 2004 la periodista Barbara Turnbull, quien quedó cuadrapléjica por un robo en una tienda de conveniencia a los 18 años, le pidió que le diseñará una gabardina. Un desafío fuera de lo normal y alejado de los parámetros comerciales, como se lo contó a la revista Forbes. Este fue el origen de la IZ Collection, abrigos especialmente diseñados para personas en silla de ruedas.
¿Qué tiene de especial? Muchas cosas:
- Son cortados en forma de “L” para que nada quede debajo de las piernas.
- Tiene imanes en lugar de botones para facilitar el cierre.
- No hay exceso de tela que incomode, más allá de lo que cubre el cuerpo.
- Se divide en dos partes para facilitar la postura y retiro de la prenda.
- No cubre la parte baja de la espalda, la cual es cubierta por la silla de ruedas.
- El cierre corto en la espalda reduce la inclinación para abrochar y desabrochar.
- Tiene cierres laterales para facilitar la postura o retiro del abrigo.
La venta es la consecuencia de servir
La teoría tradicional de marketing dice: Identifique necesidades y vea cómo las puede satisfacer mejor que otros. Fácil en la teoría, difícil en la práctica. Sin embargo, después de conocer estas historias, pareciera más un tema de miopía que de falta de oportunidades.
¿Cuántas personas con necesidades específicas necesitan mejores soluciones? Cientos de miles. Pero nos cuesta ver las cosas con un prisma diferente al comercial. Cuando entendamos que las ventas son una simple consecuencia de ayudar a suficientes personas a que mejoren en algo su calidad de vida, habremos encontrado el sentido a nuestro trabajo. No es vender, es construir relaciones y dejar este mundo un poco mejor.