Para enamorar a los clientes primero debemos entender que el amor comienza por casa. Que no podemos dar de aquello que no tenemos. Si internamente no estamos cohesionados como equipo y coordinados en cada parte del proceso, la experiencia del cliente será una ilusión.
¿Cómo lograr que cada uno vea más allá de sus propios intereses y entienda que es parte de un ecosistema? Cambie de rol por un día. Póngase en los zapatos de su colega y haga su trabajo por unas horas. Entienda la complejidad a la que se enfrenta, qué información necesita y con qué herramientas cuenta.
Solo así seremos más comprensivos y tolerantes. Veremos a nuestro cliente interno como un aliado para alcanzar un fin superior: la preferencia de los clientes.