Tuve la oportunidad de asistir a una de las funciones de Quidam del Cirque du Soleil y no sorprende por qué todas sus presentaciones estuvieron completamente vendidas durante toda la temporada. Algo que no sólo se dio en Colombia sino en todos los países de América Latina donde se presentaron.
¿Por qué un espectáculo de esta magnitud, con precios que están por encima de muchas alternativas de entretenimiento en nuestros países, logra agotar boletería? La respuesta es muy sencilla: no todos los consumidores quieren comprar barato, quieren mejores productos.
A veces estamos tan enfocados en ofrecer alternativas de bajo precio (apalancados en el comparativamente bajo ingreso per capita de nuestros clientes), que pasamos por alto alternativas que pueden ser mucho más rentables, con un mercado potencial significativo.
Y esta es la enseñanza que nos deja el Cirque du Soleil en Colombia: los productos son costosos o económicos en función de los beneficios que ofrecen por el precio pagado, no por el valor absoluto.
El espectáculo bien cuesta el dinero que se paga: la organización es impecable, el parqueadero organizado, comienza a la hora exacta, la zona de venta de merchandising promocional y de comidas están perfectamente distribuidas.
Simplemente no improvisan. Hasta los muebles para exhibición de productos son traídos, al igual que las luces de las estanterías y los maniquíes.
Esta organización y el ser un espectáculo por encima de cualquier alternativa, hace que esta marca pueda cobrar los precios que cobra. De lo contrario, ¿usted pagaría $150.000 (US$75) por una sombrilla, $45.000 (US$22,5) por un cuaderno o $30.000 (US$15) por un lapicero si no tuviera la marca del Cirque du Soleil?