De la quiebra a la inmortalidad

Carteles La Linterna

Las dificultades prueban de qué estamos hechos. Desafíos de diferente índole que ponen a tambalear años de arduo trabajo: cambios en tecnología, hábitos de consumo, legislación o naturaleza de la competencia, por nombrar solo algunos, llevan a muchas empresas al borde del colapso.

No obstante, existe un antídoto: la adaptación. Si bien las crisis son inevitables, es la forma como cada negocio reacciona lo que determina su inmunidad o vulnerabilidad. Los negocios inmortales se adaptan y cambian las reglas de juego.

Carteles publicitarios y cultura popular

Desde la imprenta de Gutenberg en 1450, los medios impresos han propagado ideas y han dado voz a grandes revoluciones sociales. Como principal estandarte de la expresión popular, los carteles callejeros han informado al transeúnte de los aconteceres del momento, incitado movilizaciones y transformado la forma como vemos el mundo.

Desde su primera aparición en el año 1477, cuando el comerciante inglés William Caxton lo utilizó para promover aguas termales, el cartel publicitario es una de las formas de publicidad más antiguas. Acompañando el auge de los majestuosos espectáculos artísticos del siglo XIX como el teatro, la música y el circo; las campañas propagandísticas de las dos guerras mundiales y la publicidad impresa de nuestros días, los carteles son la esencia de la cultura de toda sociedad.

La Linterna, tipografía desde 1930s

La Linterna enciende su luz en la década de los 30s en Cali, Colombia, cuando empezó en el negocio tipográfico publicando una gaceta con información de actualidad de la época.

Su octogenaria historia ha pasado por múltiples etapas, siendo su época de mayor auge los años 80s y 90s. Conciertos, corridas de toros, ferias, partidos de fútbol, conferencias, festivales, obras de teatro y cuanto evento masivo aparecía, pasaba por el taller. En ese tiempo abrieron incluso una sede en la ciudad de Bogotá y otra en Medellín, al tiempo que enviaban personal a otras ciudades para pegar carteles.

Entre sus conciertos más icónicos se encuentran el de Guns N’ Roses de 1992 y el de Elton John de 1995, así como el de Kiss del 2009. El trabajo no se detenía. La imprenta se movilizaba a todo vapor, impulsada incansablemente por dos máquinas que aun operan en la actualidad: una Marinoni de 1870 y otra Reliance de 1890. Eran los años dorados y la luz de La Linterna iluminaba el firmamento.

Máquina Marinoni de 1870
Máquina Reliance de 1890

Sin embargo, tarde o temprano, a todo negocio le cambia la marea. Y como suele pasar, rara vez estamos preparados para enfrentarla. Aunque seamos testigos de pequeños, paulatinos y aparentemente inofensivos cambios en nuestro sector, es poco lo que hacemos al respecto. Pese a que las señales del presente nos muestran un futuro bastante probable, no tenemos urgencia en adaptarnos o siquiera prepararnos para ese implacable mañana.

Las horas más oscuras

Después de décadas de éxito y trabajo a dos manos, llegó la oscuridad a La Linterna. Sumado a previas dificultades administrativas de la empresa, varias circunstancias pusieron en jaque a la empresa.

Por un lado, nuevas tecnologías de impresión se abren paso a comienzos de los 2000 como opciones más económicas y eficientes, con lo que clientes, hasta el momento fieles y con contratos anuales, empiezan a considerar otras alternativas para la impresión de sus piezas publicitarias.

Por otro lado, el auge de las redes sociales y las plataformas online entre el 2010 y el 2015, ofrecen atractivas opciones para promover eventos a audiencias específicas (segmentación), con llamados directos a la acción (enlaces para comprar), pagos por clic (solo paga si le dan clic al anuncio), con inversiones accesibles a cualquier bolsillo (desde unos cuantos dólares).

Adicionalmente, la prohibición de pegar carteles en espacios públicos emitida por la alcaldía de Bogotá en el 2016 y adoptada posteriormente por otras ciudades, da la estocada final a una industria que vislumbraba su inminente declive. En ese entonces, la capital representaba alrededor del 70% de las ventas. La pérdida de este, su principal mercado, llevó a la empresa a una inmediata crisis financiera.

Desde el 2017 y como resultado de lo anterior, La Linterna empieza a perder signos vitales: atrasos con el arriendo, imposibilidad de pagar a proveedores y varios meses de incumplimiento con los salarios de los empleados.

Como alternativa se intentó vender las máquinas de una tonelada cada una a un museo en Japón, pero salía más caro el transporte que las mismas máquinas. Se consideró incluso la chatarrización, pero los costos lo hacían totalmente inviable. Medidas desesperadas que trataban por lo menos de darle santa sepultura a la tipografía.

Tres de los últimos bastiones del lugar, Olmedo Franco, Jaime García y Héctor Otálvaro, quienes ingresaron a la empresa en 1976, 1981 y 1989, respectivamente, fueron testigos de esta dolorosa situación; presentían que nada evitaría el que la luz se apagara para siempre. Pero reciben una inesperada visita.

Olmedo Franco, en La Linterna desde 1976
Jaime Garcia, en La Linterna desde 1981
Héctor Otálvaro, en La Linterna desde 1989

Punto de quiebre

Avanzado el 2017, Patricia Prado y Fabián Villa, dos jóvenes diseñadores de Casa Ternario, llegan al taller y encargan la impresión de un cartel para promover la exposición Eslabón perdido, una iniciativa de su casa cultural donde múltiples artistas podrían exhibir sus obras.

Es en ese momento cuando Patricia y Fabián ven algo que los maestros Olmedo, Jaime y Héctor no habían dimensionado: la riqueza de La Linterna como epicentro de arte y cultura. Con esto en mente, deciden hacer el lanzamiento de Casa Ternario en el taller tipográfico con exhibición y venta de carteles diseñados por artistas amigos. Éxito total. No solo se logró recaudar una suma importante de dinero, sino que marcaría el comienzo de la comunidad de seguidores de La Linterna.

Vista de la entrada al taller.

Empiezan a despuntar destellos de luz, un nuevo camino que implicaba un cambio radical en el negocio: olvidarse de los contratos con instituciones y empresarios de la cultura y el entretenimiento que por tantos años ayudaron a florecer la empresa, y enfocarse en el diseño, impresión y comercialización de piezas artísticas para venderlas individualmente. Significaba pasar de depender de los clientes comerciales, en ese momento prácticamente inexistentes; a desarrollar un nuevo tipo de cliente, el particular, quien evidenciaba un gran aprecio por su trabajo.

Pese a que tenían un proceso de desalojo en curso, fue con la expectativa de un nuevo mercado que los tres maestros negocian con el dueño del taller para que les entregue las máquinas, las tipografías y todos los materiales como parte de pago de lo que les debía. Desde entonces, Olmedo, Jaime y Héctor serían los únicos dueños del negocio, y de su propio destino.

Vista de las letras y símbolos tipográficos utilizados en la imprenta.

A partir de ese momento, con el apoyo de un colectivo de diseñadores y artistas bajo la causa #salvemoslalinterna, se lanzan nuevas colecciones que van forjando un movimiento: Tintas, tipos y rock and roll (afiches de bandas de rock), Flashback (cine de los 80s) y Váyalo (leyendas de la salsa), entre otras. Un negocio que estuvo a punto de desaparecer y con él su patrimonio artístico, empieza a esquivar la muerte.

Colección de leyendas de la salsa.
Afiches de bandas de rock.
Diseños inspirados en bandas musicales.

La inmortalidad

La realidad de La Linterna se torna muy diferente. Este clásico de las artes gráficas ha empezado a recorrer un futuro que luce bastante prometedor. Un mercado que le brinda clientela para rato, gracias a que tuvo la voluntad de hacer un quiebre de cintura y explorar nuevas oportunidades.

Actualmente el negocio es rentable y sostenible, habiendo dejado atrás todo vestigio de crisis financiera, incluida la causada por la pandemia. Pasó de cuatro a diez empleados y sus ventas crecen año tras año gracias a la continua diversificación de productos y servicios, así como la búsqueda de nuevos clientes para su arte.

Miembros del equipo de La Linterna.

Además de su trabajo habitual de impresión, realizan permanentes capacitaciones, tours, pasantías y talleres para los amantes de la técnica. Desde visitas guiadas al taller para estudiantes, turistas y curiosos, hasta acompañamiento a artistas en el aprendizaje y perfeccionamiento del proceso de impresión, su misión es dejar un legado a la comunidad.

Turista internacional durante una visita guiada.
Afiche promocional de conversatorio y capacitación dictada por los tres maestros de La Linterna.

También realizan concursos y convocatorias periódicas para que artistas propongan nuevos diseños, donde los ganadores pueden convertirse en colecciones comercializables. Un mutualismo donde diseñadores e impresores se fusionan para crear no solo piezas únicas sino un nuevo modelo de negocio basado en la colaboración.

Muestra de distintas piezas artísticas.

Las exposiciones locales e internacionales se han convertido en una vitrina que además de incrementar el reconocimiento y la visibilidad del taller, pone a muchos artistas en el mapa nacional y mundial. Esta polinización cultural de otros mercados ha abierto incluso la posibilidad de comercialización de los afiches en otras latitudes como el continente europeo.

Presentación del trabajo de La Linterna en México.
Promoción de la exposición de La Linterna en Nueva York.

Eventuales campañas corporativas con algunas marcas también son parte de su repertorio artístico, como esta que realizaron con Johnnie Walker para la Feria de Cali del 2021.

Piezas diseñadas para la campaña de Johnnie Walker en el marco de la Feria de Cali 2021.
Muestra de la exposición de la campaña en el aeropuerto de la ciudad de Cali.

¿Cómo salir de una quiebra?

La historia de La Linterna nos deja varias lecciones, que como armaduras, nos protegen de las crisis y nos permiten seguir adelante para convertirnos en negocios inmortales.

Adáptese. Sin lugar a dudas, esta es la principal característica de un negocio inmortal. No es añorar la realidad que quisiéramos que fuera, sino hacer frente a la que hay y trabajar con eso. Es operar con lo que tenemos a mano y crear una nueva realidad. Los tres maestros crearon nuevos productos con las mismas máquinas y herramientas. Aceptaron el reto de adaptarse a un nuevo mercado, a un nuevo producto y a una nueva forma de venta. No importa que por décadas hubieran hecho otro tipo de trabajo, había que darle la oportunidad al nuevo modelo.

Busque otros clientes. La exploración de un mercado completamente nuevo implicaba un gran desafío y la construcción de reputación para aquellos poco o nada familiarizados con la historia y experiencia previa del negocio. Haber aceptado que el mercado empresarial ya no era una opción y darle la oportunidad a la venta uno a uno, fue clave en la resurrección del negocio.

Apóyese en aliados. Los aliados vienen en todos los colores y sabores; pueden ser proveedores, distribuidores, colaboradores, facilitadores, clientes o asesores, entre otros, según su tipo de negocio. Nadie trabaja solo, todos dependemos de un ecosistema que nos permite operar adecuadamente. En el caso de La Linterna los aliados fueron los diseñadores Patricia y Fabián que por cosas del destino llegaron a su taller para un trabajo común y corriente, el cual terminó siendo la chispa que encendió el proceso. De ahí en adelante los diseños de muchos artistas han pasado por los rodillos de las máquinas.

Expóngase. De poco sirve lo anterior si la gente no se entera. Sea visible. La tipografía ha fortalecido su presencia en redes sociales, ha buscado exposiciones nacionales e internacionales y ha sido objeto de múltiples notas de prensa de distintos medios de comunicación. No se ha quedado esperando que la gente llegue, se han puesto frente a la gente con su arte.

Cuenta de Instagram de La Linterna.

Tenga la voluntad. Para aceptar el cambio primero hay que estar dispuesto. Antes de mover un dedo está la voluntad de hacerlo, que curiosamente, es la que más escasea. Sin embargo, cuando la supervivencia está en juego, “al son que me toquen bailo” debe ser la consigna de turno. Crea en usted, no se desanime, persista, siga adelante.

Siempre hay salida

Siempre hay opciones, siempre tenemos la posibilidad de hacer algo. No siempre será la solución perfecta, no siempre será el mundo soñado, pero sin duda será una salida. A veces implica un pequeño giro, a veces uno de 360 grados, y a veces un renacer por completo. Cualquiera sea el caso, siempre hay un camino.

Con Jaime Garcia, después de que me hiciera el tour por las instalaciones de La Linterna.

Y si de casualidad pasa por Cali, no pierda la oportunidad de visitar La Linterna en el histórico barrio San Antonio. Conozca de primera mano cómo luce un negocio inmortal. Huela las tintas, tómese una foto con los maestros y compre afiches en su tienda ubicada en el mismo taller. Y si no pasa por Cali, también puede adquirir online algunas de sus obras (despachan a cualquier ciudad de Colombia; al exterior por ahora no). Únase a la causa. Haga parte de este movimiento de resistencia cultural.